Tuesday, July 30, 2024

 

JOSEP RULL, UN PÉSIMO IMITADOR - art. El Obrero digital

JOSEP RULL, UN PÉSIMO IMITADOR. El pasado día 19, el actual presidente del Parlamento de Cataluña, Josep Rull (Junts) visitó el centro penitenciario Els LLedoners (Barcelona), donde cumplió condena, por sus actuaciones, en tanto que miembro del Gobierno catalán, durante el proceso independentista. Quiso emular a uno de los grandes líderes mundiales, Nelson Mandela, pronunciando, al salir, una de aquellas frases que esperan queden para la historia, al menos para la historia de los procesistas: “no vengo como preso político, sino como presidente del Parlament “. Éste, es el relato que una y otra vez, pretende vender a todo el mundo. Que el proceso fue una larga lucha por la libertad, del “pueblo catalán”. Ellos, solo querían ejercer los derechos políticos que por nacimiento tienen todas las personas, y que toparon con un Estado “opresor” que les reprimió i castigó injustamente. Fueron simples líderes de un movimiento imparable que puso urnas, donde los otros pusieron policías para impedirlo. Y ya está, las víctimas fueron ellos, y pagaron injustamente. Para vestir el relato hay que usar siempre las palabras oportunas. De aquí ,surge hablar de “presos políticos”, o “exilio”, “opresión” y “represión”. Todo concuerda son su aspiración a que el relato triunfe y ellos no tengan que pedir perdón por tantos delitos cometidos. Hasta ahora, ninguno de los protagonistas ha pedido perdón, ni ha reconocido los graves errores, de todo tipo que cometieron. Hay un pacto de silencio sobre todo lo sucedido para no caer en la trampa de tener que explicar las mentiras, falsedades, y, por supuesto, delitos que cometieron. Es tanta la insistencia y colaboración con los medios de comunicación propios, y ajenos, debidamente subvencionados, que se ha hecho habitual el uso de la terminología procesista. Así, habla TV3, Cataluña Radio y una quincena de periódicos y medios digitales. Hablan de “exilio” en vez de usar el término “fugitivo”. El que corresponde a su situación procesal. Pretender hablar de “preso político”, en un país como España, situada en el puesto 19, en el índice de calidad democrática a nivel mundial, con una puntuación de 8,32, en 2017, supone echar por tierra la calificación de todas las agencias de supervisión democrática del mundo, donde aparecía y aparece como una democracia plena. Es evidente que un país con esta calificación, no ha tenido ni tiene ,“presos políticos”. Pero, el producto se vende a nivel de parroquia propia. Queda todavía, un amplio colectivo que escucha estos discursos y los compra, sin ningún espíritu crítico. De todas formas, sí han reducido efectivos, y en muchos miles. Solo mirar el reducido grupo que recibió a los fugitivos, procedentes de Suiza, supone comprobar un cambio radical. Ante la sede de Ómnium, en Barcelona, no había ni cien personas. En Vic, la ciudad de Marta Rovira, no llegaban a las trescientas, en una ciudad que supera las 45.000. La manifestación, convocada por l’ANC con Lluís Llach al frente, reunió unas escasas 1.500 personas, para protestar contra el estamento judicial, y en contra de que Salvador Illa, pueda ser investido presidente. Finalmente, el pasado domingo, en la celebración independentista del “Pi de les tres branques”, en la comarca del Berguedà (Barcelona), los asistentes no llegaron a las cien personas, sí, sí han leído bien (100). Es evidente que los indultos primero, y la Ley de amnistía, han quitado épica a los protagonistas del proceso, y han desmontado sus discursos de oposición y lucha contra un “Estado opresor” que les ha perdonado. Para muchos, no deja de ser una rendición. Mejor dicho, una demostración clara de cobardía, donde han primado los intereses personales, a los políticos. No ha habido épica ni resistencia, solo interés personal ,en girar página e intentar buscarse la vida, lo mejor posible, abandonando aventuras que no les han sido propicias. Lo que ha quedado, es la enorme inconsciencia e ignorancia sobre la apuesta hecha. Y el grave daño producido en la sociedad catalana, y con ella, al conjunto de España. Pero, para justificar sus inmensos errores, quieren imponer un relato que les permita pasar a la historia en mayúscula, cuando la historia les reserva uno de los peores capítulos. Ni presos políticos ni exiliados. Ni imitaciones de otros líderes y otros lugares que nada tienen que ver con nuestra realidad. Pero, siguen por este camino, para contentar a su parroquia y no quieren ver que la Cataluña con la que soñaban, nunca ha existido. En los tiempos del proceso, podían creer tener unos dos millones de seguidores, sobre una población total de seis millones. Ahora, tienen alrededor de un millón sobre una población total de ocho millones. Y ni antes queríamos “salva patrias” ni ahora queremos romper con España ni con la UE. El proceso terminó. Produjo graves daños internos y externos, pero ha servido para vacunar el país de cara al futuro. Los efectos de esta vacuna se han comprobado en las cinco últimas elecciones, en las cuales, el independentismo las ha perdido todas. Es la mejor prueba de que las medidas puestas en marcha, han servido para los propósitos buscados. Y por mucho que alguien como Josep Rull pretenda vender, ya no hay nadie que se lo compre. No todo el mundo puede imitar a grandes figuras, y cuando no se consigue, el resultado es más bien patético.





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