Monday, January 17, 2022

 

Y AHORA, GUERRA POR LA LENGUA - art. El Obrero digital

Y AHORA, GUERRA POR LA LENGUA. Nada nuevo en el horizonte. Todos los nacionalismos necesitan de un enemigo exterior para justificar su existencia. A falta de argumentos, se inventan. Y, ahora, le ha tocado a la lengua. Es decir, a buscar cualquier hecho que justifique una gran campaña en pro de la lengua catalana, y de rebote en contra de la castellana. Faltaría más. Aquí, en Cataluña, nunca hay batallas en un único sentido. No. Aquí, quien inicia una batalla es para justificar otra. Y como siempre el victimismo fluye en todos los sentidos. La pobre lengua catalana, está maltratada y hay que salir a defenderla. Y la quieren defender, yendo en contra de la castellana. Les parece imposible compatibilizar las dos y pretender dominar las dos. El problema es el fundamentalismo de un numeroso grupo de independentistas que no dudan en usar sentimientos, lengua, historia, tradiciones… para ir contra todo lo español. No hay auténtica preocupación por el catalán, sino ganas de batallar contra el castellano, al que acusan de “invasor prepotente”. Y sin querer magnificar sus acciones, sí tienen su importancia por el dominio de ciertas redes sociales y por la inestimable ayuda de los medios de comunicación públicos: TV3, Cataluña Radio, y otros, generosamente subvencionados por el gobierno catalán. Todos ellos no dudan en hablar de opresión de la lengua, menosprecio, incumplimientos varios, etc. Siempre con relación al uso de la lengua castellana, no de la catalana. Su fanatismo les impide ver dónde está el problema. Es decir, dónde hay que actuar para conseguir lo que la mayoría deseamos y por la que batallamos desde hace lustros. El pleno dominio de las dos lenguas, con el añadido del inglés como tercera lengua básica para poder movernos por el mundo mundial. A este objetivo deberíamos dedicar todos los esfuerzos y no a introducir tensión y conflictos en las escuelas. Pero estos deseos están lejos de los cerebros del proceso independentista. Buscan la confrontación, donde sea y como sea, y la lengua es ideal para atacar los sentimientos más vitales. Hasta ahora las escuelas no eran el paraíso, pero habían conseguido quedar fuera de la batalla. Ya no. Ahora, hay que buscar todo lo que haga falta para encontrar conflictos, sin darse cuenta del daño que producirán. De hecho, ya están produciendo porque de unas pocas denuncias judiciales hemos pasado a tener decenas, y dentro de poco, habrá centenares. Y con cada sentencia, el conflicto se hace mayor porque se entra en una rueda de nunca acabar. Se imponen cuotas donde debería haber programación adecuada, nada más. Para entendernos si el objetivo es conseguir el pleno dominio del catalán y el castellano, dejemos a los equipos pedagógicos de cada escuela que planifiquen los programas para estos objetivos. En algunos territorios habrá que ampliar claramente la dedicación del castellano, en otros será el catalán. Y en todos, el inglés. Así pues, dejemos las cuotas fuera de la batalla y centrémonos en cómo enseñamos a los alumnos, en las dos lenguas. Repito, en las dos lenguas. Llevo muchos años dando clases de idiomas, y no tengo ninguna duda en que el mejor método es el de la inmersión en cada lengua. Es decir, para dominar un idioma hay que usarlo de forma oral, escrita, y en toda clase de situaciones. Hay que dar asignaturas en cada lengua, para llegar a dominarlas. Sin cuotas, sin porcentajes que no respondan a las necesidades de los alumnos, en función de su lengua materna. Estamos lejos del pleno dominio de las dos, y ya no digo de las tres. Hay que reformular la política educativa para adaptarnos a la realidad actual. Para ello nada mejor que establecer el objetivo final, i decidir cómo se llega. Método, dedicación y preparación adecuada del profesorado para impartir las tres lenguas básicas. Y parar de inmediato las batallas por la lengua, porque producen daños terribles en profesorado, alumnos, padres, y a la sociedad en general. Es evidente que a los fanáticos no les interesa la pacificación, pero al resto, sí. Hay que proponer un nuevo pacto que aleje tribunales y política de las aulas. Es urgente.





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