Tuesday, December 15, 2020

 

EL AHOGO BUROCRÁTICO - art. El Obrero digital

EL AHOGO BUROCRÁTICO. Entré de concejal, en un pequeño municipio de 500 habitantes de la provincia de Barcelona, en las primeras elecciones municipales, abril 1979. La excepcionalidad del momento y la buena relación con la lista ganadora, hizo posible un pacto de gobierno, hasta 1991, fecha en que fui elegido alcalde y reelegido reiteradamente hasta junio del año pasado, en que decidí retirarme, poniendo fin a una dedicación de 12 años de concejal de gobierno y 28 de alcalde. En total, 40 años de vida municipal. He sido, pues, actor y espectador de la evolución de la administración, más cercana a los ciudadanos, en prácticamente todo el período democrático. ¿Qué puedo decir de su evolución? La inmediata respuesta es que estamos muy lejos de donde deberíamos estar, a nivel de rapidez, simplificación y eficacia. Personalmente no me esperaba esta lentitud y dejadez por parte de las administraciones, superiores. Me explico. En 1979 y años sucesivos, lidiamos una situación realmente excepcional, aplicando leyes franquistas, con las primeras democráticas, pero con dedicación y buena voluntad solucionábamos todas las dificultades y deficiencias. Hasta la publicación, en abril de 1985, de la Ley Reguladora de las Bases de Régimen Local, las cosas se hacían más por intuición y buena fe que por aplicación de leyes concretas. Aquella primera Ley de Bases, fue vital para ordenar y sobretodo cubrir de legalidad la práctica política, pero la creación y puesta en funcionamiento de las Comunidades Autónomas, absorbió toda la atención y los esfuerzos del Gobierno Central, de forma que las administraciones locales pasamos a un segundo plano, donde han permanecido hasta ahora. Ha sido un trato injusto y sobretodo ineficiente, por lo que tienen de básicos los ayuntamientos para resolver la mayor parte de problemas de los ciudadanos. Recuerdo el primer lema del partido socialista de Cataluña, en las elecciones de 1979: “entra con nosotros en el ayuntamiento”. Y de hecho así fue, con un impulso brutal a toda clase de experimentos de participación ciudadana, recuperación y creación de entidades, clubes, asociaciones, etc. En pocos años, se recuperó el terreno perdido, durante la larga noche franquista. Pero, aquel impulso, necesitaba combustible, nuevas leyes, fórmulas para ponerse al día, y esto ha llegado en muy pequeñas dosis, y después de largos e intensos años de reivindicaciones. Los ayuntamientos han quedado relegados por el gobierno central y por los gobiernos regionales. Han permanecido años y años como una especie de encargados de labores subalternas. Precisamente para hacer lo que no querían hacer las CCAA. Si bien siempre cumpliendo leyes autonómicas que les imponían más y más obligaciones sin la financiación para llevarlas a cabo. El resultado final, es delicado y complicado, porque no da más de sí. Toca poner la administración local, en primer término, aclarando mejor las competencias entre los tres niveles, para después aplicar las fórmulas de financiación correspondientes. Corto y claro, conviene aplicar el principio federal, a la organización político – administrativa de España. Es un tema pendiente que ya no puede esperar más. Y ello debe conllevar una simplificación administrativa profunda y real. En los primeros años de democracia recuperada, un solo secretario – interventor a tiempo parcial, era capaz de llevar la burocracia municipal. Al cabo de pocos años, ya no era posible. Había que ampliar plantilla, y a día de hoy, el capítulo 1 se come un cuarenta, cincuenta o sesenta por ciento del presupuesto ordinario. En una empresa privada, diríamos que la gestión es mala, por no decir pésima, insostenible. Pues bien, algo rápido y profundo hay que emprender para parar el incremento de la burocracia. Es inconcebible el sistema actual de financiación y rendimiento de cuentas, en pequeños municipios. Se debería habilitar algún sistema que diferencie administraciones locales con presupuestos inferiores a un millón o dos millones, respecto de otras con importes superiores. La pérdida de tiempo y esfuerzos no permiten usarlos para temas más relevantes e inmediatos. Y por supuesto reducir papeleo en todos los trámites. Aprendamos de Suiza, Alemania o países nórdicos, pero pongámonos en marcha para una nueva era municipal. Ha llegado la hora.





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